El anillo de oro
¡Hola chic@bunes!
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¿Qué tal les va en estos
tiempos de pandemia?
Les cuento que nosotros ya
estamos trabajando y revisamos una serie de materiales que trataban sobre el
acoso escosar, en particular me intereso un vídeo titulado el "El Sándwich
de Mariana".
Este vídeo me recordó que el
acoso escolar siempre ha existido y que inclusive lo llegué a vivir cuando era
muy pequeña. Ahora me da risa esa anécdota, pero créanme que antes era mi mayor
pesadilla.
Era el año de 1996, estudiaba
el segundo grado de preescolar, recuerdo que me encantaba asistir a la escuela,
porque solía ser muy sociable. El kínder era demasiado pequeño y era sencillo relacionarte
con los chicos de otros grados.
En el recreo me solía juntar
con dos niñas del tercer grado, a una la llamaremos Jessi y a la otra Gina. Ambas
eran de las más altas del preescolar. Jessi tenía cabello negro y muy largo, su
mamá la peinaba siempre con una trenza. Gina tenía una cara redonda, su cabello
era castaño y era muy blanca, tenía sobrepeso y se veía muy seria, hacía todo
lo que le pedía Jessi, se dejaba manipular por ella. Eran divertidas, me trataban
bien hasta que cometí un error.
Un viernes Jessi llevo un
anillo de “oro” (en realidad era uno de los que salían en los tubitos de
chicles) pero ella decía que era de oro y pues le creí. Jugamos con el dichoso
anillo a la hora del recreo, le pedí que me lo prestará y así lo hizo, sin embargo,
cuando ya me pidió que se lo diera, el anillo no salía de mi dedo, se había
atorado y al momento de jalarlo, salió disparado directo a la coladera de la
escuela.
Desde ese día Jessi se volvió
un martirio. Me pedía su anillo a cada instante, me decía que era de oro y que
si no se lo regresaba me acusaría con mi mamá.
Era tanto el estrés que provocaba
en mí, que erróneamente le pedía el anillo a mi hermana y pues ella lloraba, ya
no quería ir a la escuela por mi culpa, ella no sabía ni de qué anillo le
hablaba.
Jessi y Gina salieron del
preescolar y la escuela ya no era problema para mí ni para mi hermana, nos
encantaba ir y de la historia del anillo de oro, ya ni nos acordábamos. Termine
el preescolar y tenía mucha curiosidad por entrar a la primaria.
Los primeros meses en la
primaria todo era muy tranquilo. Hasta
que un día, me encontraba sentada en la banqueta del patio de la escuela, estaba
comiendo mi almuerzo, cuando me sentí señalada y allí estaban las dos, Jessi y
Gina. Me miraban desde la pared del salón, no lo podía creer, esa sensación de angustia,
de temor regresaba. Se me erizaba la piel solo con recordar como me molestaban
en el preescolar.
Se quedaron a ver a qué
salón me metía y aunque yo trataba de ignorarlas, el miedo no me dejaba. Los días
siguientes me reusaba a querer salir del salón por temor a encontrármelas y
trataba de estar cerca de los maestros o de mis compañeros, pero no podía
escabullirme toda la vida. Un día estaba jugando con mis amigas, nos perseguíamos,
me cansé y decidí asistir al sanitario, fue la peor idea, estaba sentada en la
taza cuando escuché como se cerró la puerta. Me sentía en una película de
terror. Jessi comenzó a hablar.
-Amiguita, ¿te acuerdas de mí?
Devuélvame mi anillo.
No era una película de
terror, era una situación real y yo no quería salir del baño.
Salí y trate de ser amable, pero
me dijo que me cobraría diario hasta que le pagará su anillo, me jalo el
cabello y me quito los $5.00 que traía, toco la chicharra y salieron corriendo
a su salón. Asustada acudí al mío.
En cuanto era la hora del
recreo trataba de estar adentro del salón, pero no, tenía que salir, cerraban
el salón con llave y nos dejaban en la puerta, los maestros se iban a guardias
y estas a veces eran en sitios alejados a los que una niñita de primero no podía
acudir. Jessi y Gina me espiaban, porque
casualmente llegaban cuando me veían sola, me quitaban la comida, el dinero y a
veces me empujaban o me jalaban la coleta de cabello que me hacía siempre mi
madre.
Cierto día le dije a mi mamá
que ya no quería ir a la escuela y cuando me preguntaban la razón decía que no
quería, mi madre angustiada acudió con la profesora y comentó la situación,
pero le decía que en el salón nadie me molestaba pero que estaría atenta.
Mi hermana me pregunto las
razones del por qué ya no quería ir a la escuela, le respondí que había vuelto
Jessi y Gina. Creo que ella fue la que le dijo a mi mamá, porque media hora más
tarde mi mamá comenzó a preguntarme que anillo debía.
Mi madre me pidió que le explicará
a detalle la historia del anillo de oro, me pidió que le dijera quien era la
niña, que describiera a su mamá y llorando lo hice. Mi padre le dijo que fuéramos
a ver a la señora y le dio dinero para pagar el carísimo anillo y que si era
necesario que se lo pagaríamos en pagos para que ya no me molestarán.
Yo no quería caminar, tenía un
gran temor, pero mi madre jaloneándome me llevo. Llegamos a la casa de Jessi, allí
estaba acostada en su alfombra haciendo su tarea, en cuanto llegamos se asomo
por su ventana y me vio. Pude observar su sonrisa de maldad, sabía que ahora
hasta en su casa me podría molestar. Muy linda la niña le abrió la puerta mi
madre y le habló a la suya.
La señora nos recibió muy
atenta y mi madre muy apenada dio a conocer el motivo de su visita, le dijo que
le explicará cuánto costaba el anillo que había perdido, que a lo mejor no traía
mucho dinero pero que lo terminaríamos de pagar con el fin de que su hija ya no
me molestara más.
- ¿Cuál anillo de oro Jessica?
No recuerdo que te hayamos comprado uno.
-Era uno de los que salen en
los chicles mamá. Exclamo Jessi.
La señora comenzó a regañar
a su hija y le dijo a mi madre que si me volvía a molestar que no dudará en
avisarle. Todavía no terminábamos de salir del patio de la casa, cuando escuche
los cinturonazos que les daban a Jessi y una serie de sermones sobre que se
aprendiera las tablas, que leyera bien o que ayudará en la casa, en lugar de estar
molestando a niños más pequeños.
Una parte de mi descanso en
ese momento, no me alegre porque le pegarán a la niña, pero si sentí un gran
alivio por saber que le habían dado su merecido.
Desde ese día, no volví a
ver a Jessi y a Gina cerca de mi salón. Es más, se me olvido que existían.
Ahora de adulto me las he encontrado, sobre todo a Jessi y hasta la saludo.
Recuerdo todo como una curiosa
anécdota, sin embargo, existen muchos casos en donde la historia no termina así
y los abusos cada vez son mayores, llegando a tristes tragedias. De ahí que es
importante recordar que “El valiente dura hasta que el cobarde quiere”.

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