La posada navideña

¡Hola chik@bunes!

¿Cómo les va?

Pues miren hoy haremos nuestra posada navideña, recordando una anécdota que ocurrió en esta temporada hace algunos años. Quizás en estos momentos recordamos que antes asistíamos con otros familiares, algunos viajaban a otros lugares o desde el 16 de diciembre se la pasaban de posada en posada, pero a causa de lo que estamos viviendo llamado COVID-19, los festejos serán un poco diferentes, pero no perdamos la oportunidad de agradecer por la salud, por la familia, por el pan de cada día, por el techo, el vestido, la amistad, aunque sea a distancia y simplemente por el hecho de estar. El despertar cada día, es un lujo y una oportunidad para disfrutar de los detalles de la vida.

Así que mis chik@bunes hermosos les deseo que pasen una linda Noche buena en compañía de sus seres queridos y una Feliz Navidad, que sean capaces de ver lo afortunados que somos y lo agradecidos que siempre necesitamos ser.

LA POSADA NAVIDEÑA

Recuerdo que fuimos a misa mi hermana Mar, mi amiga Zel y yo, cuando termino caminamos con los peregrinos hasta llegar al barrio donde le harían su posada, nosotras estábamos encantadas. Nos gustaba ir haciendo el cántico navideño, recibir dulces, el ponche y romper las piñatas.

Llegamos al lugar destinado, ahí nos dieron luces de bengala para recibir a los peregrinos y después de cantar nos ofrecieron un ponche. Los organizadores nos invitaron a hacer un círculo grande para poder romper las piñatas, comenzaron a pasar los niños más pequeños, ni siquiera les vendaban los ojos, ya saben, los pobres niños con trabajos aguantaban el palo con el que se le daba a la piñata.

Todo estaba muy bien, hasta que una señora me tomo por la espalda y dijo: -¡Ah está chiquita hay que vendarle los ojos!. Bueno, no me dejo ni decir “Agua va” porque cuando sentí la señora ya me había vendado los ojos y me estaba dando como quince giros, porque se supone que te dan la cantidad de giros conforme a la edad que tienes. Ya me sentía bien mareada pero aun así yo empecé a buscar a la piñata. Al principio pues no la encontraba, pero después comencé a sentir algo solido y fuerte, entonces le comencé a dar con ganas; a lo lejos escuchaba voces haciendo el clásico canto…

- ¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes…!

Pero también escuchaba voces que me decían que ya no le pegará más y otras que me decían que le siguiera dando, entonces entre tanta confusión pues yo seguía pegando.

En cuanto se termino el canto de la piñata me quite la bufanda que me habían atado. ¿A qué creen que le estaba dando? Pues resulta que en lugar de darle a la piñata le di una camioneta. Al ver que, si había dejado golpeada la puerta, entre las risas y el murmullo de la muchedumbre, salimos corriendo, no teníamos para pagar los golpes, nosotras solo íbamos por los aguinaldos, que por cierto ya ni recibimos.

Créditos de la imagen a quien corresponda. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Con el alma rota

La vida es un albur

El viaje